jueves, 15 de enero de 2015

Mudarse al otro lado del mundo

Quise preparar una picada, así que como en el súper no encontraba el queso, compré este paquetito que estaba entre los brócolis y el choclo de Granja del sol japonés. Buenísimo! Unos pancitos rellenos de cheddar! Esposo va a estar feliz". 
Llegué unos 45 minutos antes que él. Me saqué los zapatos, guardé todas las compras, puse a hacer el pollo. Cuando escuché la puerta abrirse, metí mis bollitos al microondas, así el cheddar estaba derretido. Qué esposa de lujo. Pensé que me estaba jodiendo cuando me dijo -y comprobé- que mis pancitos rellenos de cheddar eran, en realidad, unos bocaditos de crema pastelera.

Me trasplanté a Japón.
Después de unos meses de preparación, clases de idioma, de cultura, y varias despedidas, finalmente esposo y yo subimos al avión. 36 horas y tres escalas después, llegamos a Toyota shi, nuestra nueva ciudad. 
La primera impresión fue bastante fría y gris, especialmente viniendo de un diciembre argentino caluroso. No sólo llegamos con lluvia, sino que además, enero en este país es realmente muy frío. Las temperaturas promedio están entre los 0 y 5 grados, corre un viento que te corta la cara, y anochece a las 5 de la tarde. Hay que sumarle a la escena una exagerada cantidad de cuervos. A donde mires (piso, cables, árboles, alambrados), hay por lo menos una docena de cuervos graznando. El invierno nipón no es precisamente mi descripción más acertada de lo que es la felicidad, pero a su vez, disfruto cuando nieva en casa, así que tiene sus perlitas.

Por suerte, esa impresión tan poco alentadora se limitó a lo climático. Vivimos en un complejo de edificios en el que tenemos vecinos de todo el mundo: indios, indonesios, polacos, chinos, tailandeses, turcos, brasileños, e incluso varias familias argentinas, que en cuanto nos recibieron, nos empezaron a ayudar con toda la adaptación. Esposo (y el resto de esposos) durante el día trabajan, con lo cual la compañía de las chicas en un país tan extraño y lejano, está buenísima. Y después del incidente de los bocaditos de crema, me ayudan mucho en todo lo que es la vida cotidiana. Con esos no fue grave, pero en otros ítems es más complicado si no puedo distinguir la harina de jabón en polvo, o jugos frutales de suavizantes para la ropa!

Los japoneses, por su parte, son muy amables, atentos, y sumamente curiosos. No todos hablan inglés, y mi nivel de japonés es una suerte de pre-básico, pero entre señas, mi poco japonés y el par de palabras que entienden en inglés, nos comunicamos. Les interesa mucho de dónde somos, por qué vinimos, si nos gusta Japón, si estamos disfrutando, y se cansan de recomendarnos cosas para hacer y lugares para visitar. Se maravillan cuando esbozamos un par de oraciones en japonés. Son muy sociables y les intriga conocer sobre nuestra cultura.

Y yo estoy igual de intrigada por aprender sobre la de ellos.
Aichi, nuestra prefectura
Foto: Internet

1 comentario:

  1. Que emoción leer tu blog !! Tantas veces hablamos de él antes de que te fueras a Japón, que hoy lo leo y me emociona...
    Felicitaciones pichona !!! Sos una genia! Me alegra mucho todas las cosas lindas que te están pasando y todas las que faltan!!! Beso a Esposo también!

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