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lunes, 15 de junio de 2015

El país de la tecnología Parte I

- Debe estar buenísimo vivir allá y ver por adelantado todo lo que después acá sale años más tarde, no?

Es que es cierto. En Japón se respira, ve, huele, palpa y siente tecnología en todos lados. Luces, botones, robots, carteles, baños, máquinas expendedoras, autos híbridos, autos a hidrógeno; para nosotros, los extranjeros, en cada esquina parece que vino Doc y trajo una máquina del futuro. Hay dispositivos que no sabemos ni para qué son, hay artefactos muy sencillos que acá funcionan hace muchos años y no vimos en ninguna parte de occidente, hay cosas rarísimas que no sabemos si son para el hogar, para el auto, o para una fábrica. 

Sin embargo, nuestra casa no es la meca de la tecnología, y de hecho, aprender a manejar con éxito nuestros electrodomésticos todavía nos cuesta trabajo! Menos mal que todavía no compramos el e-robot, el sillón masajeador, la tele 4K, y otros caprichos...


INODORO

El que más intriga suele generar, nuestro inodoro o TOTO, que cumple la doble función de inodoro y bidet, y que, como conté en el segundo post, se enchufa a la electricidad y la tabla siempre está calentita. Con la perilla se regula la intensidad del agua del bidet, y como los dibujos dejan entrever... los botones sirven para elegir hacia dónde dirigir el chorro! Me encantaría llevarme uno a Argentina. Hay algunos que empiezan a tocar música mientras estás sentado, en otros el botón se aprieta automáticamente... Pero estoy buscando uno en el que la tabla suba y baje automáticamente para no depender de la poca memoria de Esposo!



MICROONDAS







Ponele que deducís cómo calentar un café o las sobras de ayer... Pero qué apretarías para descongelar? Si esto hasta tiene la función de un hornito eléctrico o grill! Qué pasó con la ruedita para elegir el tiempo? Éste no podía venir con dibujos o con traductor? 




LAVARROPAS


También tiene función de secarropas, pero usamos sólo el lavado básico y regular. Sobretodo después de que M., una de las chicas argentinas, intentó configurarlo para otro uso, y desde entonces, o termina con medio lavarropas lleno de agua, o se le inunda el lavadero. 


TELÉFONOS Y MÓDEM






Tenemos un set de teléfonos que incluye las funciones de contestador, intercomunicador, despertador, identificador de llamadas, llamadas automáticas, y por supuesto varios sonidos alternativos, entre otras opciones. Por supuesto, no pudimos activar más que para llamar y atender. Del router no entendemos nada, menos mal que no falla jamás!



REGULADOR DE TEMPERATURA 
Así se controla la temperatura del agua en la casa. Hay un mando en la cocina, y otro en el baño, para controlarlo desde la bañadera. El mínimo es 37ºC, y el máximo 75º. De esta manera, elijo la temperatura "mínima" a la que sale si abro solamente la canilla de agua caliente, es decir que si la quiero a 37º, abro sólo la caliente, si esa temperatura me quema, abro agua fría para compensar.






CONTROLES REMOTO - Aire acondicionado y TV
Acá se nos ocurrió que el "control remoto universal" que teníamos en Argentina, para todas las teles, debería cambiar por urgencia su nombre, y estaríamos buscando un desarrollador para que realmente haga controles remoto universales... que funcionen igual en todos los países!! Imagínense lo que sufrimos los primeros días (enero, temperatura promedio 1ºC) cuando no podíamos encontrar el botón de CALEFACCIÓN en el control del aire acondicionado!
Y el de la tele parece muy sencillo, pero Esposo se vuelve loco cuando le aparece un menú acaparando toda la pantalla durante el partido y no sabe cómo sacarla, o cuando se le cambia al paka paka japonés justo antes de un gol!




jueves, 21 de mayo de 2015

Cuestión de perspectiva

Para nosotros fue un mini incidente. Para ellos, un grave accidente, un accidente moral. Sí, moral.


Fue el domingo a la tarde. Le dimos con el espejito al faro de la camioneta que estaba a nuestra izquierda, mientras frenábamos en un semáforo. Se lo rayamos. Bueno, si me piden que sea específica, le dejamos una estrellita en el medio del faro, y nuestro espejito se cerró hasta romper la ventana. Ojo, el espejo en sí está perfecto, sólo se rompió un pedacito del plástico que lo sostiene. 


Frenamos más adelante para ver qué daño le habíamos causado. El conductor bajó hablando por celular con la policía avisando dónde estábamos. Es que acá es obligatorio avisar a la policía todo accidente, por más leve que sea.

Por supuesto, a los 10 minutos teníamos a dos oficiales en la escena del crimen. La presentación pareció sacada de una película inglesa, sólo que en japonés: Buen día, mi nombre es Soichiro y mi compañero es Sato. ¿Están todos bien? ¿Sí? Registros y seguro, por favor. No es tan sencillo, sin embargo, cuando la licencia de Esposo es internacional y los policías no entienden si está vencida o vigente! Después de una hora de una escena en repetición constante de preguntarnos cuándo llegamos acá, le respondíamos en japonés, el policía hacía el switch a inglés y le dábamos la misma respuesta, ahora en inglés, nos seguían pidiendo el pasaporte, a pesar de tener tarjeta de residente, documentación más que suficiente para circular por la calle. Obviamente teniendo tarjeta de residente, no andamos con el pasaporte encima, y al principio no querían dejarnos ir con el auto a buscarlo. Estábamos a 25 km de nuestra casa y por un momento plantearon que fuéramos caminando hasta conseguir un taxi (por ahí no circulaba ninguno). 

Finalmente, se ve que nos vieron cara de decentes o que nos siguieron con mucha discreción, y nos dejaron ir a buscarlos y llevarlos hasta una oficina de tránsito, en la que los cuatro oficiales presentes se agolparon a nuestro alrededor para ver cada sello de entrada y salida de cada lugar, mientras al mismo tiempo revisaban una A4 en la que tenían traducido en dos columnas: 1- January; 2- February; 3- March, y así. Todo, para decirnos únicamente: cuando caduque este registro, si pasan tres meses en Argentina, pueden volver a sacar el internacional. Eso sólo! Pongo las manos en el fuego a que somos toda la acción que tuvieron en el mes.

El problema mayor vino el día siguiente. Lunes. De por sí, el domingo Esposo había tenido que avisar por teléfono a su jefa sobre nuestra peripecia, y creímos que con eso bastaba. Pero no. La empresa es una automotriz. Toda la oficina lo miraba como si hubiese contado que matamos bebés y cachorritos por diversión. Fue el asesino del día. Tuvo que llenar varios formularios informando lo que había pasado, con detalles, fotos, locaciones. El Gerente General llamó personalmente al señor de la camioneta para pedirle testimonio. El nivel de reporte llegó hasta el número 3 de la compañía, dos escalones más y llegaba al Presidente de la Empresa Motor Corporation. NO estoy exagerando, es literal. 

¿Tanto? ¿Seriamente? Por fotos y verbalmente, Esposo les explicaba que sólo fue el espejo, y que fue muy despacio ya que nos estábamos deteniendo en el semáforo, dato que el señor camioneta confirmó. No contentos con todo ese circo, le pidieron a Esposo que armara una Reunión de Emergencia para el día siguiente, en la que hiciera una presentación sobre las causas, consecuencias, reflexiones y necesidades de cambio en el futuro, para todo el sector. Ah, y para este mes, todo el sector tiene que preparar una exposición sobre la importancia el respeto a la seguridad vial. ¿Un poco mucho? Apenas, no?

Es que no es casual que Japón esté entre los países con menos accidentes de tránsito del mundo. De hecho, hace trece años consecutivos que las cifras de muertes por accidentes viales bajan año a año. Y no sólo las víctimas inmediatas, como tienen en cuenta los rankings en Argentina, sino que también se tienen en consideración las muertes ocurridas como consecuencia de un choque, hasta 30 días después de ocurrido.

Realmente no sé cómo se manejará el Luchemos por la vida japonés. Pero esta semana aprendí que, como muchas de las normas acá, no se trata solamente de "hacer las cosas bien" por la regla explícita, sino por la condena social que implica no hacerlo.

jueves, 7 de mayo de 2015

Esas cositas que mejor no

Hasta el momento, me declaro fan de Japón. Todo me gusta, todo lo disfruto. Por suerte, no tengo grandes dramas con la comida: salvo morrón crudo y mondongos, en general me gusta todo. He desayunado sopa de pescado sin chistar y algún que otro langostino sin pelar. El invierno fue duro, pero esta gente está tan preparada que tienen unos parches  que se llaman kairos que emanan calor. Tienen kairos para bolsillos, para medias, para manos, para espalda, para cuello, para el pecho de Riquelme, para todo. Y ahora que está lindo, salgo con una sola capa de ropa. No me molesta que se maneje doblemente al revés (del lado contrario en la ruta, y el volante a la derecha), sólo me llevó un par de sustos en los que todos venían en contramano hacia mí.

Pero sí, hay cinco cosas que me harían la vida acá más feliz si fueran distintas.

1- No hay tachos de basura por la calle. Como clasifican los residuos, no se puede tirar todo junto en un mismo tacho. Lo que no entiendo es por qué no ponen, justamente, distintos cestos, uno para cada uso. La situación es la siguiente: estás como nosotros, en el festival del pito. Te compraste una banana con forma de miembro, esposo se compró una bandeja de albóndigas de pulpo con salsa boloñesa, y cada uno su Asahi, la cerveza local. Recién arranca el festejo, todavía quedan unas tres horas de pitos marchando. Avanzamos entre miles de personas se pasean por la calle, chocándonos todos entre sí. Hete aquí que nos encontramos llenos y satisfechos, buscando la ubicación para la panorámica perfecta del desfile fálico. La conseguimos. Tenemos un sólo problema. Estamos en el evento más extraño de nuestras vidas, pero no podemos sacar ni una foto: estamos sosteniendo dos latas vacías, un cartón lleno de boloñesa, y una mano llena de chocolate. Por eso ahora, antes de comprar algo, planificamos estratégicamente cómo deshacernos de los cadáveres de nuestro tentempié. 

2- En los restaurantes, no suelen poner servilletas. Al entrar, la moza trae unas pequeñas toallas, húmedas y calentitas, para higienizarse las manos antes de comer, o bien toallitas húmedas descartables. Eso es lo que usan si querés limpiarte la boca, con esa toalla, mojada, y que además, muy posiblemente ya esté fría. Ya no pido más spaghetti con salsa, salvo que lleve un cargamento de carilinas. 

3- No hay toallas de papel en los baños. Solamente el soplador de aire para secarse las manos. Hay momentos en la vida que demandan una decisión. O esperas veinte minutos a que el soplador haga efecto, o te pasa como a mí, que en cuatro meses, nunca salí del baño con las manos secas. Por suerte, esposo todavía no se dio cuenta de que ese mimo repetitivo en su espalda cuando salgo, tiene una intención oculta. 

4- A pesar de que por la calle no se pueda fumar salvo en lugares específicamente señalizados para ello, sí está permitido hacerlo dentro de casi todos los restaurantes y bares. Aunque estén "separados" fumador de no fumador, es una separación tan simbólica como irrisoria. Separados por un pasillo, por una cortina. Estamos cenando en Nagoya con esposo por nuestro aniversario. El restaurante es muy lindo y paquete. Como muchos otros acá, está en un subsuelo, es decir, sin ventanas. Dos copas de vino blanco, una tabla de sushi interminable en la mesa, y cuando parecía la cena del milenio, el humo de la mesa de al lado me provocó un ataque de tos que dejó parte del sushi inhabilitado.

5- Sí, dije que no tengo grandes temas con la comida, porque en Argentina esto no sería un tema así que no estoy acostumbrada a llamarlo como tal. Pero en Japón, todas las comidas que son con pollo (pollo frito, empanado, sandwich de pollo, alitas de pollo, hamburguesa de pollo, sopa de pollo, patitas de pollo, etcétera) incluyen la piel. Pueden desarrollar el tren de levitación magnética que supera los 600 kilómetros por hora, ¿pero no pueden pelar una pechuga?

lunes, 23 de febrero de 2015

En la primera vez de todo se cometen errores?

Nuestra amiga ya instalada hace un año, V., nos llevó a S. y a mí a uno de los restaurantes de sushi en los que pasan los platitos en una cinta transportadora. Tengo que admitir que yo estaba bastante intensa con que quería comer en uno de esos, más o menos desde el primer día. 
 Con una sonrisa que no me entraba en la cara, me senté al lado de la cinta. Además de los platitos que circulan como por default, también hay una cinta rápida que corre por encima de la primera y trae los pedidos especiales que cada mesa pide a través de una pantalla. Cuando vienen éstos, empieza a sonar una alarma un tanto irritante. Qué sonido molestó, me quejé, y apreté el botón de "Listo"... Lo que yo no sabía, es que ese "Listo" hace que la cinta "rebobine"... y se empezó a llevar los tres platos con tempuras de langostino, antes de que los llegáramos a sacar. Metí la mano para interceptar los platos... y no fue tan inútil, recuperé uno... los otros dos aterrizaron con mucho estilo sobre la cabeza de la señora sentada en la mesa de atrás. Señora de atrás, de verdad, le pido mil SUMIMASEN, Gomen nasai, y Arigato gozaimasu!!

lunes, 26 de enero de 2015

Recalculando

S. y su esposo llegaron el mismo día que nosotros, somos las dos más nuevas del grupo argentino. Las dos le pedimos bastante ayuda a las demás chicas para las cosas que todavía nos cuesta entender, así que en lo que podemos, tratamos de arreglárnoslas solas. Por eso, como a S. le entregaron el auto que alquiló hace unos días, hoy salimos a dar unas vueltas por nuestra cuenta a descubrir lugares. 
Nos sentimos las reinas del mundo. Manejando en Japón. Sin depender de nadie. Yendo a donde nos lleve el destino... hasta que el destino hizo que todos los autos de la avenida vinieran hacia nosotras. En contramano.  
 Ya dije que en Japón se maneja por la izquierda?

jueves, 15 de enero de 2015

Mudarse al otro lado del mundo

Quise preparar una picada, así que como en el súper no encontraba el queso, compré este paquetito que estaba entre los brócolis y el choclo de Granja del sol japonés. Buenísimo! Unos pancitos rellenos de cheddar! Esposo va a estar feliz". 
Llegué unos 45 minutos antes que él. Me saqué los zapatos, guardé todas las compras, puse a hacer el pollo. Cuando escuché la puerta abrirse, metí mis bollitos al microondas, así el cheddar estaba derretido. Qué esposa de lujo. Pensé que me estaba jodiendo cuando me dijo -y comprobé- que mis pancitos rellenos de cheddar eran, en realidad, unos bocaditos de crema pastelera.

Me trasplanté a Japón.
Después de unos meses de preparación, clases de idioma, de cultura, y varias despedidas, finalmente esposo y yo subimos al avión. 36 horas y tres escalas después, llegamos a Toyota shi, nuestra nueva ciudad. 
La primera impresión fue bastante fría y gris, especialmente viniendo de un diciembre argentino caluroso. No sólo llegamos con lluvia, sino que además, enero en este país es realmente muy frío. Las temperaturas promedio están entre los 0 y 5 grados, corre un viento que te corta la cara, y anochece a las 5 de la tarde. Hay que sumarle a la escena una exagerada cantidad de cuervos. A donde mires (piso, cables, árboles, alambrados), hay por lo menos una docena de cuervos graznando. El invierno nipón no es precisamente mi descripción más acertada de lo que es la felicidad, pero a su vez, disfruto cuando nieva en casa, así que tiene sus perlitas.

Por suerte, esa impresión tan poco alentadora se limitó a lo climático. Vivimos en un complejo de edificios en el que tenemos vecinos de todo el mundo: indios, indonesios, polacos, chinos, tailandeses, turcos, brasileños, e incluso varias familias argentinas, que en cuanto nos recibieron, nos empezaron a ayudar con toda la adaptación. Esposo (y el resto de esposos) durante el día trabajan, con lo cual la compañía de las chicas en un país tan extraño y lejano, está buenísima. Y después del incidente de los bocaditos de crema, me ayudan mucho en todo lo que es la vida cotidiana. Con esos no fue grave, pero en otros ítems es más complicado si no puedo distinguir la harina de jabón en polvo, o jugos frutales de suavizantes para la ropa!

Los japoneses, por su parte, son muy amables, atentos, y sumamente curiosos. No todos hablan inglés, y mi nivel de japonés es una suerte de pre-básico, pero entre señas, mi poco japonés y el par de palabras que entienden en inglés, nos comunicamos. Les interesa mucho de dónde somos, por qué vinimos, si nos gusta Japón, si estamos disfrutando, y se cansan de recomendarnos cosas para hacer y lugares para visitar. Se maravillan cuando esbozamos un par de oraciones en japonés. Son muy sociables y les intriga conocer sobre nuestra cultura.

Y yo estoy igual de intrigada por aprender sobre la de ellos.
Aichi, nuestra prefectura
Foto: Internet