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viernes, 27 de mayo de 2016

Oh, el país de las reverencias!

A veces, no conocer una cultura genera prejuicios. Mucha gente me pregunta, ya asumiendo una respuesta positiva, si los japoneses son muy sumisos o faltos de carácter, por cómo siempre se están reverenciando. Es un gesto que está muy arraigado a su cultura.

Empleadas en un hotel
Pero las reverencias acá no sólo son una expresión de respeto hacia el prójimo, sino que además, por su origen, simbolizan la confianza. Sería una especie de equivalente a lo que para los occidentales es dar la mano derecha (si te doy la mano con la que empuñaría mi espada, no te voy a atacar) o bien, brindar (si nuestras bebidas, al chocar, se mezclan, no te estoy envenenando -sino, me envenenaría yo también-). Imagínense lo vulnerable que quedaba una persona cuando le "entregaba el cuello" tan fácilmente a un samurái, que siempre portaba su katana?

Estudiantes en un curso saludan a su profesor
Hoy por hoy, por supuesto, nadie amenaza con katanas a otras personas, pero el significado de hacer una reverencia sigue teniendo mucho peso en la sociedad japonesa. Es que para ellos -que no son fanáticos del contacto interpersonal en público, no dan besos ni tampoco acostumbran a estrecharse la mano- la reverencia es saludo, es respeto, es disculpa, es agradecimiento, y hasta mucho más.



Tienen 5 tipos de reverencia que varían en el grado de confianza y formalidad de la conversación y el interlocutor. Siempre se inclina la parte superior del cuello, manteniendo la espalda recta, y la vista hacia abajo. Las primeras cuatro formas van de los 15º a los 90º de inclinación, y cambian de acuerdo a si es de un superior a un subordinado y viceversa, si es para pedir o agradecer un favor importante, y cuestiones no tan mayores. Incluso, muchas veces los he visto hablando por teléfono y reverenciándose como si estuvieran cara a cara con la otra persona.



Los directivos de TEPCO, pidiendo disculpas por el desastre
de Fukushima. Esta reverencia es la más extrema, "Dogeza"


Sin embargo, existe una manera más, reservada para situaciones extremas: para pedir disculpas por errores muy graves, y se llama "Dogeza". Para estas ocasiones, los japoneses se ponen de rodillas con la cabeza gacha, casi en el suelo. Esto es lo que hicieron los encargados de la central nuclear de Fukushima, frente a los canales de televisión, para pedir disculpas a la población por los problemas ocasionados.


jueves, 18 de febrero de 2016

Padres organizados, niños estandarizados

Si tuviera que elegir una sola palabra para describir Japón, sería estandarización. Todo está estandarizadísisisisimo. 

La verdad, no se me ocurren situaciones que no estén estandarizadas. Hasta las reacciones para lo impredecible, como los terremotos y otros desastres naturales, están planificadas y ensayadas sobre lo que, para los más preparados, es la mejor manera de actuar. 


No es diferente en las actividades de los chicos. Escuela, deportes, clubes, y hasta la mochila en la que llevan sus libros y cuadernos, que es especial para protegerse la cabeza en caso de terremoto; todo está estipulado para que sea siempre igual.

Por eso, para ir al colegio también tienen una rutina específica. La educación pública acá es muy buena, y por eso la mayoría de los padres manda a sus hijos a escuelas públicas. En esos casos, no se puede "elegir" a cual atender, sino que el municipio les designa la más cercana a su domicilio, y casi siempre son distancias tan cortas que pueden ir caminando. 




Así es que se organiza un servicio de "pool peatonal" en grupos armados: todos los días, a la misma hora, el primer chico de cada grupo, sale caminando de su casa y pasa a buscar al segundo, haciendo a diario el mismo recorrido. Juntos, también siguiendo un camino preestablecido, buscan al tercero, y así sucesivamente. Todos usando una gorra de un color llamativo, en general, amarilla, para ser bien visibles; y los más pequeños levantando un brazo para que los autos los identifiquen a pesar de su corta altura.


Aunque la inseguridad no es un problema en Japón, como empiezan a caminar a la escuela "solos" desde chiquitos, a algunos padres les preocupa que sepan cruzar bien las calles y avenidas. Para eso, se organiza un voluntariado en el que padres y otros familiares se paran en las esquinas más transitadas del trayecto, para monitorear que todo vaya bien. Detienen a los chicos hasta que sea seguro cruzar, y cuando se puede, se paran perpendicularmente al tránsito con los brazos abiertos, por si fuera necesario proteger a los niños.

Mi parte preferida es que en esos horarios de ida-regreso escolar, los voluntarios también "cuidan" de la misma manera al resto de los peatones, no sólo a los niños, y algunos además son muy curiosos con los extranjeros y tratan de charlar con nosotros durante esos minutos que esperamos a cruzar. Ya llevo varias esquinas con lindas historias, no con el más pulido idioma, pero con la mayor voluntad de las dos partes.