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jueves, 9 de junio de 2016

Comer en un restaurante en Japón

Para que te imagines bien cómo es ir a comer afuera en Japón, marqué las que para mí son las 10 principales diferencias, en 10 pasos:

Antes de entrar: 
1- A la entrada de los restaurantes, se muestran réplicas de los platos hechas de cera. Así es fácil ver más o menos qué tienen y pedirlos.
Como en todos los locales, se puede escuchar desde adentro el grito "Irasshaimase", que sería un "bienvenidos, por favor, pasen".



Entrando: 
2- Un mozo te recibe y te pregunta cuántos son, y te acompaña a una mesa. No es lo más tradicional entrar solo y sentarse. A veces se puede elegir entre sentarse en silla/mesa, en la barra, o bien en unos almohadoncitos en el piso. En los restaurantes en los que te sentás en el suelo, antes de entrar, se sacan los zapatos.


3- Salvo algunas excepciones, se puede fumar adentro de todo el establecimiento. 

4- Lo primero que te trae el mozo es una toallita mojada (que después hace las veces de servilleta) y un vaso de agua, o bien de té verde, que son gratis.

Ordenar y comer:
5- Para pedir es muy fácil: en general, los restaurantes suelen tener cartas con fotos de los platos que preparan.

6- Por supuesto, comen todo con palitos: sopa, pastas, ensalada, pizza, carne. 

7- Si quiero llamar la atención del mozo, no se considera de mal gusto gritar: "Sumimasen" , que sería: "disculpe!", aunque también, muchos restaurantes ponen en sus mesas una especie de timbre para llamar al personal.

8- Muchas veces, los platos vienen acompañados de un bowl de arroz. Para ellos es la comida fundamental, y es de mala educación dejar restos.


Al terminar:
9- En general, el mozo deja la cuenta en la mesa al terminar de traer los pedidos. Si se van agregando platos, se va actualizando. Pero, no se paga ahí, ya que no hay que tocar plata a donde se sirve la comida. Al lado de la puerta de entrada hay un mostrador donde está la caja, y uno paga antes de retirarse. Los billetes o la tarjeta de crédito se entregan con las dos manos, el mozo dice en voz alta cuánta plata recibe, y después avisa en voz alta cuánto es el vuelto.

10- No se deja propina!

viernes, 27 de mayo de 2016

Oh, el país de las reverencias!

A veces, no conocer una cultura genera prejuicios. Mucha gente me pregunta, ya asumiendo una respuesta positiva, si los japoneses son muy sumisos o faltos de carácter, por cómo siempre se están reverenciando. Es un gesto que está muy arraigado a su cultura.

Empleadas en un hotel
Pero las reverencias acá no sólo son una expresión de respeto hacia el prójimo, sino que además, por su origen, simbolizan la confianza. Sería una especie de equivalente a lo que para los occidentales es dar la mano derecha (si te doy la mano con la que empuñaría mi espada, no te voy a atacar) o bien, brindar (si nuestras bebidas, al chocar, se mezclan, no te estoy envenenando -sino, me envenenaría yo también-). Imagínense lo vulnerable que quedaba una persona cuando le "entregaba el cuello" tan fácilmente a un samurái, que siempre portaba su katana?

Estudiantes en un curso saludan a su profesor
Hoy por hoy, por supuesto, nadie amenaza con katanas a otras personas, pero el significado de hacer una reverencia sigue teniendo mucho peso en la sociedad japonesa. Es que para ellos -que no son fanáticos del contacto interpersonal en público, no dan besos ni tampoco acostumbran a estrecharse la mano- la reverencia es saludo, es respeto, es disculpa, es agradecimiento, y hasta mucho más.



Tienen 5 tipos de reverencia que varían en el grado de confianza y formalidad de la conversación y el interlocutor. Siempre se inclina la parte superior del cuello, manteniendo la espalda recta, y la vista hacia abajo. Las primeras cuatro formas van de los 15º a los 90º de inclinación, y cambian de acuerdo a si es de un superior a un subordinado y viceversa, si es para pedir o agradecer un favor importante, y cuestiones no tan mayores. Incluso, muchas veces los he visto hablando por teléfono y reverenciándose como si estuvieran cara a cara con la otra persona.



Los directivos de TEPCO, pidiendo disculpas por el desastre
de Fukushima. Esta reverencia es la más extrema, "Dogeza"


Sin embargo, existe una manera más, reservada para situaciones extremas: para pedir disculpas por errores muy graves, y se llama "Dogeza". Para estas ocasiones, los japoneses se ponen de rodillas con la cabeza gacha, casi en el suelo. Esto es lo que hicieron los encargados de la central nuclear de Fukushima, frente a los canales de televisión, para pedir disculpas a la población por los problemas ocasionados.


jueves, 18 de febrero de 2016

Padres organizados, niños estandarizados

Si tuviera que elegir una sola palabra para describir Japón, sería estandarización. Todo está estandarizadísisisisimo. 

La verdad, no se me ocurren situaciones que no estén estandarizadas. Hasta las reacciones para lo impredecible, como los terremotos y otros desastres naturales, están planificadas y ensayadas sobre lo que, para los más preparados, es la mejor manera de actuar. 


No es diferente en las actividades de los chicos. Escuela, deportes, clubes, y hasta la mochila en la que llevan sus libros y cuadernos, que es especial para protegerse la cabeza en caso de terremoto; todo está estipulado para que sea siempre igual.

Por eso, para ir al colegio también tienen una rutina específica. La educación pública acá es muy buena, y por eso la mayoría de los padres manda a sus hijos a escuelas públicas. En esos casos, no se puede "elegir" a cual atender, sino que el municipio les designa la más cercana a su domicilio, y casi siempre son distancias tan cortas que pueden ir caminando. 




Así es que se organiza un servicio de "pool peatonal" en grupos armados: todos los días, a la misma hora, el primer chico de cada grupo, sale caminando de su casa y pasa a buscar al segundo, haciendo a diario el mismo recorrido. Juntos, también siguiendo un camino preestablecido, buscan al tercero, y así sucesivamente. Todos usando una gorra de un color llamativo, en general, amarilla, para ser bien visibles; y los más pequeños levantando un brazo para que los autos los identifiquen a pesar de su corta altura.


Aunque la inseguridad no es un problema en Japón, como empiezan a caminar a la escuela "solos" desde chiquitos, a algunos padres les preocupa que sepan cruzar bien las calles y avenidas. Para eso, se organiza un voluntariado en el que padres y otros familiares se paran en las esquinas más transitadas del trayecto, para monitorear que todo vaya bien. Detienen a los chicos hasta que sea seguro cruzar, y cuando se puede, se paran perpendicularmente al tránsito con los brazos abiertos, por si fuera necesario proteger a los niños.

Mi parte preferida es que en esos horarios de ida-regreso escolar, los voluntarios también "cuidan" de la misma manera al resto de los peatones, no sólo a los niños, y algunos además son muy curiosos con los extranjeros y tratan de charlar con nosotros durante esos minutos que esperamos a cruzar. Ya llevo varias esquinas con lindas historias, no con el más pulido idioma, pero con la mayor voluntad de las dos partes.

jueves, 8 de octubre de 2015

Lujo en las instalaciones más accesibles (y básicas!)

Estoy segura de que alguna vez, todos en nuestra vida pensamos que preferiríamos hacer pis en el pasto, detrás de un árbol, antes que en algún baño que no estuviera en condiciones. 

Eso no te pasaría en Japón. Hace ya nueve meses que vivimos acá, viajando y conociendo muchos lugares nuevos (y sus baños), y jamás encontramos alguno que estuviera sucio, que tuviese olor, ni nada por el estilo. Y lo que más me llamaba la atención al principio, es que no se ve todo el tiempo que haya personal encargándose de que se mantenga así. La gente respeta, cuida, y deja el baño de la manera que lo quiere encontrar. Eso es lo que me parece más espectacular.

Pero no es lo único! Si hay algo más llamativo que eso, es el nivel de "lujo" que tienen muchos sanitarios. No sólo por la tecnología de los inodoros en sí (como ya comenté, también funcionan como bidet, tiran vientito, y además, en los lugares públicos, siempre vienen con un botón para que salga sonido que imita el agua corriendo, o música). En estaciones de tren, supermercados, shoppings y estaciones de servicio, podemos encontrar baños que parecen más propios de un hotel muy exclusivo, pero se encuentran al alcance de todos. 

Hace unos días, decidí que el relato solo no le hace justicia a la realidad, así que saqué unas fotos para ilustrar mejor esta idea. Esto que viene, increíblemente, es el baño de un parador en plena ruta.

Al entrar, un tablero muestra la disponibilidad de los cubículos.

Las japonesas son súper coquetas, tienen un "Powder room" para maquillarse tranquilas y cómodas.

Otra del Powder room

El tablero, además de mostrar la ocupación y disponibilidad, muestra qué cubículos son de inodoro, de letrina, y hasta cuáles incluyen un asiento para bebés, para que no tengan que quedarse afuera o las mamás no tengan que hacer malabares para sostenerlos mientras.. bueno, hacen lo que tienen que hacer.

Me recordó al estacionamiento del Dot. Además, solucionan el gasto extra de energía de la luz, haciendo que mientras está la puerta destrabada -libre-, la luz interna se mantiene apagada. Al cerrarla, se enciende sola.


Ahh! Tengo que admitir que la indicación de cómo usar el inodoro me sorprendió casi al mismo nivel que la tecnología y limpieza. Es que antiguamente predominaba el uso de letrinas, en las cuales la posición es de cara a la pared, no de espaldas.







Asiento para los bebés y niños pequeños.


Ésta en realidad es de otro parador en la ruta. Éste también incluye un adaptador de tamaño de inodoro, para los más chicos, y algo que me pareció una solución brillante y sencillísima: un sostenedor de bastón, para las más grandes. Imagínense que a una persona con movilidad reducida se le cae el bastón al suelo. Le cuesta mucho más que a cualquier otra persona agacharse para levantarlo. Me parece un accesorio muy inteligente, muy sencillo, y lleno de consideración.

jueves, 20 de agosto de 2015

Hospedaje en Japón

Es extrañísimo entrar al lobby de un hotel a las 9:30 de la mañana y ver un puñado de japoneses en lo que parece pijama y pantuflas, desayunando sopa y pescado. Pero es la escena cotidiana con la que arranca un día de vacaciones en Japón.

Es que los desayunos en todos los hoteles consisten de pescado, sopa, arroz, y té verde amargo; una combinación bastante fuerte para tan temprano, pero que a los japos les encanta. Además, ellos bajan en las yukatas, que son unos kimonos pero más livianos, y pantuflas, y con eso se pasean por las instalaciones como vieja en chancletas por su casa.



Una habitación japonesa
Japón tiene un estilo de hoteles tradicionales que se llaman ryokan. Éstos se distinguen por el tipo de habitación: piso de tatami (como ya comenté en otro post, es una esterilla), el colchón (una colchoneta o futón) acostado directamente sobre el suelo, puertas corredizas de papel o shoji. Es importante saber que no se puede entrar con zapatos a la habitación, sólo con unas pantuflas que el lugar ofrece; y que este tipo de alojamientos son muy tradicionales y conservadores, por lo cual puede suceder que quienes lo atiendan no sepan mucho inglés.  Por otra parte, en muchas regiones del país, los ryokanes cuentan también con onsen o baños termales (ya me voy a referir a esto en otro post), en invierno son espectaculares para reponer energía y renovar fuerzas.


Hay ryokanes para bolsillos más y menos holgados. A partir de unos 50 dólares hay habitaciones muy sencillas. Pero por mucho, mucho más, pueden encontrar ryokanes de lujo. Pueden buscar muy fácilmente en cada región en esta página , la Asociación de Hoteles y Ryokanes en Japón. Por supuesto, también se puede reservar por Booking.com.


Ir a lo seguro y conocido
Para quienes prefieran habitaciones occidentales, hay muchísimos hoteles, y todavía más presupuestos. Las habitaciones son más chicas que el promedio en el resto del mundo, pero incluyen las mismas cosas: cama, heladerita (sin servicio de mini bar), televisor, pantuflas y los artículos de baño. Algo que me sorprendió la primera vez que fui sobre estos, fue que los envases de shampoo, crema de enjuague y jabón son grandes, no son los recipientes individuales. Por supuesto que nadie se los lleva a su casa, sino que un huésped después de otro usan del mismo. 

La habitación promedio, reservando con tiempo puede estar entre USD 70 y 90. Sin anticipación, no suelen bajar de USD 100. Mi recomendación es buscar con tiempo y tener algo asegurado, ya que la mayoría de las reservas cuentan con cancelación gratuita hasta 48 horas antes de la ocupación. Dos de las cadenas más conocidas, del tipo de Business hotels pero de precios accesibles, presentes en casi todas las ciudades, y con las que tuve muy buena experiencia, son APA Hotels y Toyoko Inn Hotels. El servicio es muy bueno, cuentan con wifi y atención en inglés. Además, suelen tener en varios puntos de las ciudades, así que se puede buscar el más conveniente. Yo siempre reservo desde Booking.com.


No apto para claustrofóbicos

Hay una alternativa entre las más económicas, especialmente para viajeros solos y estadías cortas: los hoteles cápsula. Pese a sus reducidas dimensiones, tienden a tener televisión y espacio para un pequeño bolsito con ropa. 


Los establecimientos cuentan con servicio de lockers para dejar las valijas, y proporcionan a los huéspedes una especie de pijama para que usen eso dentro de la cápsula. Los baños obviamente son compartidos, pero como todo en Japón, siempre están muy limpios. Algunos de estos hoteles sólo son para hombres, y por supuesto, las cápsulas son individuales. 

Los precios arrancan en USD 20, pero también hay algunos más "de lujo" que incluyen pileta, sauna, spa, alquiler de notebooks y gimnasio, que pueden alcanzar los USD 100.


Love hotels

Además de los Capsule hotels, hay otra opción accesible: los love hotels. Como su nombre insinúa, éstos son hoteles alojamiento, que surgieron en el país a partir de los tamaños reducidos. Cómo es esto? Muchos japoneses tenían casas o departamentos pequeños y sus hijos dormían con ellos en sus cuartos. A raíz de esto, los padres no podían tener ninguna intimidad en sus hogares. Lo mismo con jóvenes veinteañeros que no vivían solos. Así es que se vieron obligados a buscar nuestros famosos "telos". Hoy por hoy, igualmente, ya se usan más por diversión o por salir de la rutina, que solamente por el espacio en el hogar propio.


Éstos, como en Argentina, se abonan por horas en las que se usan. Por eso, si un viajero pasa el día recorriendo la ciudad y sólo va al hotel a dormir durante unas horas, esta opción no es tan mala. Se pueden reservar online, y son fáciles de identificar por la calle porque llaman mucho la atención: son coloridos y llenos de luces. 



*Todas las fotos fueron tomadas de Internet.


jueves, 6 de agosto de 2015

Temperatura promedio: 35ºC

Mientras que en el verano argentino la frase de cabecera podría ser "Me saco todo", el verano japonés rezaría casi lo contrario, "No me saco nada".

Ayer fui por primera vez a un aquapark nipón. Con toboganes, piletas para grandes y chicos, sombrillas, reposeras, restaurante y bar, era un gran refugio para los 40ºC que acusaba el servicio meteorológico. Hasta ahí, todo normal. 

Pero después de casi ocho meses de vivir acá, y ya varios sin grandes sorpresas, volví a sentir el abismo que, en algunos aspectos, separa nuestras culturas.

El 95% de las personas NO estaba vestida sólo con su traje de baño. Hombres y mujeres escondían la mayor cantidad de piel posible. Sólo algunos adolescentes estaban vestidos de manera "tradicional" para una pileta en occidente. 

Es que más allá de un legado cultural de que quien estaba bronceado era de una clase trabajadora más baja, como quienes trabajan en los campos de arroz y otros cultivos, la población es muy consciente de los efectos nocivos que puede tener el sol en la piel. Aun los que no le temen a los prejuicios sociales, se protegen por cuestiones de salud. Y no es que "se dejan la remera puesta": usan conjuntos de campera y pantalón con filtro UV, paraguas (esto también para caminar en la calle si hay hasta un poquito de resolana), y capuchas o gorros que parecen para protección en cultivos apícolas o para salir a dar una vuelta por el Sahara, de esos con visera y tapa cuellos y orejas. 

Saqué algunas fotos para ilustrar el concepto de TODOS TAPADOS:


Dentro de su jornada de disfrute estacional, no se pueden relajar 100% y dejarse llevar por la espontaneidad, algo que parece tan ausente en esta sociedad. Hasta para esto tienen reglas. En la pileta no se puede quedar quieto charlando con alguien. No sólo es obligatorio circular (por supuesto, todos en la misma dirección) sino que hasta hay una corriente que te fuerza a moverte; eso sí, no hace falta que sea caminando, ya que casi todos usan flotadores, sean en forma de dona, delfines o tiburones. También, más o menos cada una hora y media, se anuncia por altoparlante que todos tienen que salir del agua y hacer un descanso de diez minutos, y luego avisan cuando se puede volver a entrar. 

Entre las reglas, los atuendos, y los platos de arroz con curry que almuerzan con estas temperaturas, no es difícil entender por qué no les gusta el verano. En lugar de tratar de atravesarlo lo mejor posible, pareciera que lo tratan de sufrir más!

jueves, 16 de abril de 2015

Los japoneses y sus perros

Hay algo que me alegra muchísimo de Japón: no hay animales sueltos en la calle. No hay animales callejeros. No se ven perros atropellados en rutas, en autopistas, y por supuesto, no hay caballos llevando carros con dos gordos encima golpeándolos. Hay cuidado y responsabilidad.

Foto: Wanda Sadowski
Tanto perros como gatos se compran en pet shops y en veterinarias, y no son nada baratos! Vimos gatos por más de diez mil pesos argentinos. Impensado, no? Lo que más se ven son los perros chiquitos, como de tamaño de peluche o de cartera, y son los más caros. Se ven pocos labradores, siberianos o akita inu, y tienden a ser los más accesibles en precio, a partir de unos cuatro mil pesos. 



Foto: Wanda Sadowski

Los japoneses cuidan a los animales. Demasiado, diría. Pobres bichos, los pasean en en cochecitos como de bebés, muchos no pisan la calle. El perrito de mi profesora de idioma ni siquiera conoce lo que es el pasto: nunca salió de la sala de estar de su casa. Golpe a su espíritu indómito: casi siempre los llevan vestidos y con trajes bastante especiales. Me imagino a nuestros perros argentinos haciéndoles bullying a full. Incluso, no sólo visten a los perros en grupo, sino que además, muchos pet shops venden la misma prenda para el dueño y para la mascota! Para cada uno, su tamaño, por favor. Así que algunos se uniforman con buzos, bufandas, camisas, y cómo no, la casaca de su equipo preferido. 

Foto: Internet
Eso sí: no hay ni un soretito por la calle. La mayoría de los dueños junta el regalito con una bolsa, de la manera típica. Pero también hay algunos más sofisticados, que usan un artefacto que es como un palito, con una pinza que incorpora la bolsa, de manera que no sólo no se tiene que agachar a juntarlo, sino que además, caza el regalo en el aire, sin que siquiera toque el piso. Otro nivel de glamour. 



jueves, 19 de marzo de 2015

El festival del pito (sí)

Cuando por bizarro te imaginabas a Wendy Sulca, o a la Tigresa de Oriente, sentadas en la mesa de Mirtha Legrand debatiendo con Karina Jelinek y Vicky Xipolitakis sobre por qué los Estados Unidos no ratificaron el Protocolo de Kioto, te quedaste a mitad de camino en la escala japonesa de bizarro.*

Mudarte a un lugar tan lejano y nuevo, y con una cultura que se diferencia más de lo que se parece a la propia, te hace predisponerte para ver cosas distintas. Pero no nos imaginábamos una cosa tal como el "Festival del pene" coloquialmente, o bien "Festival de la fertilidad" según el nombre original. 

Como una imagen dice más que mil palabras, van fotos ilustrativas que saqué en el evento, para que no haya confusiones sobre qué deidad se estaba venerando.


Foto: Wanda Sadowski
Foto: Wanda Sadowski
Foto: Wanda Sadowski
El desfile fue una cosa de locos. Mujeres vestidas con trajes típicos llevaban falos en brazos como si cargaran bebés. Las multitudes a los costados se abalanzaban para tocarlos y acariciarlos. Detrás de ellas, venía un carro llevado por hombres, que repartían vasos con sake al público, tanto, que hasta un hombre del equipo de prevención estaba más que ebrio y lo tenían que llevar entre tres.

Además de toda esta imagen, la gente comía bananas, chupetines, panchos y  helados con forma de pito (y muy realistas!). 

Por supuesto, no faltaban turistas igual de sorprendidos que nosotros, pero a su vez, eran contadas las personas que no estaban ingiriendo ningún alimento. 

Supuestamente, el festival tiene como propósito pedir por la fertilidad, tanto de las personas como también para los cultivos en sus campos, su ganado, y para mejorar la  salud y alcanzar la longevidad. En qué momento habrá sido, durante los años, que mutó a una especie de adoración al pito? Lo que me llamó la atención fue lo divertidos que estaban grandes, chicos (la gente llevaba a sus hijos), hombres y mujeres, con lo conservadores y reservados que tienden a ser, en público, frente a cuestiones algo pudorosas.

El broche de oro: una especie de altar, y gente haciendo cola afuera del templo para rendirle culto a...

Foto: Wanda Sadowski



*Nota al pie: también te quedaste a mitad de camino en saber que la RAE define "bizarro" como: "Valiente". De todas maneras, el uso y costumbre se remite, a pesar de ser un barbarismo, a "extraño, exótico, extravagante". 

lunes, 23 de febrero de 2015

En la primera vez de todo se cometen errores?

Nuestra amiga ya instalada hace un año, V., nos llevó a S. y a mí a uno de los restaurantes de sushi en los que pasan los platitos en una cinta transportadora. Tengo que admitir que yo estaba bastante intensa con que quería comer en uno de esos, más o menos desde el primer día. 
 Con una sonrisa que no me entraba en la cara, me senté al lado de la cinta. Además de los platitos que circulan como por default, también hay una cinta rápida que corre por encima de la primera y trae los pedidos especiales que cada mesa pide a través de una pantalla. Cuando vienen éstos, empieza a sonar una alarma un tanto irritante. Qué sonido molestó, me quejé, y apreté el botón de "Listo"... Lo que yo no sabía, es que ese "Listo" hace que la cinta "rebobine"... y se empezó a llevar los tres platos con tempuras de langostino, antes de que los llegáramos a sacar. Metí la mano para interceptar los platos... y no fue tan inútil, recuperé uno... los otros dos aterrizaron con mucho estilo sobre la cabeza de la señora sentada en la mesa de atrás. Señora de atrás, de verdad, le pido mil SUMIMASEN, Gomen nasai, y Arigato gozaimasu!!

jueves, 12 de febrero de 2015

Que te instalen un servicio. En medias.

A veces nos quejamos de la calidad del servicio al cliente en Argentina, pero nuestros operadores tienen una mayor comprensión y posibilidad de respuesta/solución que mi nueva casa primermundista. O sea, creo que estamos más acostumbrados a que las cosas no sean "como dice el librito" y podemos inventar una solución igual. Acá, si la situación no es como la del manual, se pierden! Caos, no saben qué hacer, cómo reaccionar, no pueden pensar una solución cuyo problema no esté encasillado entre los del libro. 

Foto: Internet
Finalmente, después de un poco de tramiterío (dificultoso por el idioma, sobretodo), tenemos internet en casa. Y es casi un capítulo aparte. Es muy desconcertante tener a un desconocido que viene a instalar un servicio, parado en medias en tu living. Sobretodo si pasa dos horas así, y actuando con total naturalidad, hablándote (en japonés) sobre el módem y el router y la velocidad, luciendo sus medias negras con puntera roja sobre tu alfombra. Todavía no me acostumbro a eso, y ya vinieron varios! 

Foto: Internet
De hecho, las medias pasaron de ser un elemento casi propio de la intimidad, a un accesorio. En todas las casas, en algunos restaurantes, y en todos los probadores de ropa, hay que descalzarse. Siempre paso unos segundos recordando qué medias me puse antes de sacarme los zapatos, así sé con qué cara levantar la vista. 



jueves, 29 de enero de 2015

Acá, con tatuajes, no

Hace unos días, fuimos a anotarnos a un gimnasio. Bien Flanders, fuimos hasta vestidos ya listos para arrancar ese mismo día, contentos, motivados. Entramos, nos ofrecieron que una de las chicas nos atendiera en inglés, se presentó la encargada, todo divino. Nos trajeron unos caramelos, mientras seguíamos a las risas con la encargada y la traductora. Tuvimos una charla súper amena y nos explicaron todos los planes de inscripción. Elegimos los nuestros y entregamos la tarjeta de crédito junto con las credenciales del seguro médico. Antes de pasar la tarjeta por el postnet, nos preguntan, Bueno, lo último, tienen tatuajes? SII! Respondimos, casi a punto de exhibirlos a nuestras nuevas amigas.

No se pueden inscribir, chicos. Zero tattoo policy.

No nos aceptaron por tener tatuajes (ninguno visible con ropa de gimnasio). No hubo ni lugar a discusión, ni mostrarle qué tan chicos o inocentes eran o dónde los tenemos. No se pudo hacer nada al respecto.

Es que a pesar de ser tan desarrollados, curiosos y globalizados con respecto a muchas temáticas (como por ejemplo la adoración completa que tienen por los Estados Unidos), no sólo son muy conservadores todavía con otras, sino que además, justo en lo que refiere a los tatuajes, es algo que asocian con frecuencia a la Yakuza (la mafia japonesa). Eso sigue siendo parte de su apego al manual. No importa que a todas luces seamos occidentales y que de ninguna manera podamos estar asociados a la Yakuza, una rama del crimen organizado ultra conservadora que sólo se tatúa con una técnica milenaria (y muy dolorosa) que ni por asomo nos hubiera aceptado, aun si lo intentábamos.... Bueno, el primer gimnasio en el que quisimos inscribirnos tiene unas reglas de admisión de una exigencia similar a la de la Yakuza.

Por suerte, encontramos otro gimnasio en el que no declaramos los dibujos de nuestro cuerpo, y pudimos anotarnos.


Foto: Internet

jueves, 22 de enero de 2015

Un departamento japonés

El departamento es muy grande y muy lindo por dentro (por fuera es bastante similar al concepto que tengo de cárcel... incluso la puerta es metálica y corrediza e incluye un ruido algo tétrico). Es muy luminoso, el living tiene un ventanal grande con salida a un pequeño balcón que por razones estacionales vamos a mantener clausurado hasta fines de marzo. Para mantener la casa calentita, los japoneses usan unas estufas a kerosene... pero largan un olor que marea! Hicimos el intento pero no aguantamos más de diez minutos. Quedamos con olor nosotros, la ropa, la casa, el acolchado. Un escándalo. Tal vez en situación de extrema necesidad podamos ser un poco más tolerantes, pero teniendo dos aires acondicionados que nos calefaccionan bárbaro, nos pusimos en exquisitos.

Foto: Internet
El cuarto tiene las características clásicas que vemos en El último samurai, 47 ronin y demás films del género. El piso está cubierto con una especie de alfombra similar a la esterilla, que se llama tatami, y de ahí también, que los cuartos son tatami rooms. El cuarto está dividido en dos partes, como si fuesen dos habitaciones, por una puerta corrediza de papel. Uno lo usamos como habitación, y el otro como vestidor. También tenemos un balcón para las dos habitaciones, pero cerrado. Aprovecho para colgar ahí la ropa que lavo (por primera vez en mi vida estoy usando lavarropas, aunque todavía no me animé a la plancha para no hacer lío con las camisas de esposo que tan lindas le conservaron siempre en 5aSec).

El departamento también tiene una especie de cuarto/depósito, que llamamos el cuarto de Hugo, por los Simpson. La verdad, da miedo! Es muy oscuro, no tiene ni una ventana, y la luz no sólo se prende con esas tiritas que tenés que llegar hasta la lámpara y prenderla, sino que encima tarda unos 15 -eternos- segundos en encenderse. Evito a TODA costa entrar ahí!

Foto: Internet
Algo llamativo es que acá los baños están separados. Para que se entienda bien, los llamamos así: tenemos el baño del inodoro y el baño de ducharse. El baño del inodoro sólo tiene eso, el inodoro. Pero no cualquiera. Los inodoros japoneses incluyen un dispositivo con diferentes botones, ya que también hacen las veces de bidet. Con lo cual tienen botoncitos para regular la intensidad del agua, la distancia, la dirección, y hasta vientito secador; y lo mejor de todo para invierno: se calienta la tabla. No importa a qué hora o temperatura vayas al baño, la tabla está siempre calentita, ya que el inodoro va enchufado con electricidad! Entonces ahora que hace un frío terrible, y despertarse para hacer pis durante la noche es una catástrofe nacional, al menos está el consuelo de que la tabla está calentita.
Además, también desarrollaron otro dispositivo para no desaprovechar el agua. Cuando apretamos el botón, el agua que va a rellenar la mochila pasa antes por una canilla así nos podemos lavar las manos ahí, y recién después baja a la mochila. Ingenio y eficiencia al máximo. 

El baño de ducharse, por su parte, tiene el antebaño, que es a su vez lavadero (bacha, espejo y lavarropas), y  separada por una puerta corrediza, la ducha. Pero su forma de asearse es diferente: hay una ducha, a donde los japoneses primero se sacan la mugre, y al lado, una bañadera cuadrada, a la que entran una vez limpios. Lo curioso? La bañadera queda siempre llena y ellos, van entrando como si fuese una pileta, sin cambiar el agua (la comparte toda la familia, y la pueden conservar caliente), y después de usarla le ponen una tapa. Ojo, eso ellos. Todo bien con su cultura, nosotros comemos su sushi y nos sacamos los zapatos al entrar a casa, pero esposo y yo usamos el duchador adentro de la bañadera y nos duchamos ahí, sin llenarla de agua. Punto fin.


Foto: Internet
Lo último muy diferente con respecto a nuestras casas, es que ahora tenemos unos cinco tachos de basura, ya que acá la clasifican en los hogares (y en todos lados). Cada variedad tiene su color de bolsa estandarizada en todo el país. Usamos un tacho para residuos plásticos (que hay que lavarlos antes de tirarlos); otro para residuos "combustibles" que son los orgánicos, productos de limpieza, etcétera; otro para vidrios, y uno más para residuos metálicos. Al mismo tiempo, tenemos otro en el que vamos guardando las cosas reciclables (también lavados) como botellas PET, los cartones de leche, y otros de ese estilo, y los llevamos a la recicladora. Ah!! Y no se saca la basura cualquier día, sino que cada tipo de residuo tiene su día específico para sacarla: los lunes y jueves la que se quema, los viernes la plástica, una vez por mes la metálica...

Este último, junto con sacarnos el calzado en la puerta de casa y nunca usarlo adentro, son los dos hábitos que más cambiamos en la forma de vivir. Adoptamos la cultura del país que nos adoptó.


jueves, 15 de enero de 2015

Mudarse al otro lado del mundo

Quise preparar una picada, así que como en el súper no encontraba el queso, compré este paquetito que estaba entre los brócolis y el choclo de Granja del sol japonés. Buenísimo! Unos pancitos rellenos de cheddar! Esposo va a estar feliz". 
Llegué unos 45 minutos antes que él. Me saqué los zapatos, guardé todas las compras, puse a hacer el pollo. Cuando escuché la puerta abrirse, metí mis bollitos al microondas, así el cheddar estaba derretido. Qué esposa de lujo. Pensé que me estaba jodiendo cuando me dijo -y comprobé- que mis pancitos rellenos de cheddar eran, en realidad, unos bocaditos de crema pastelera.

Me trasplanté a Japón.
Después de unos meses de preparación, clases de idioma, de cultura, y varias despedidas, finalmente esposo y yo subimos al avión. 36 horas y tres escalas después, llegamos a Toyota shi, nuestra nueva ciudad. 
La primera impresión fue bastante fría y gris, especialmente viniendo de un diciembre argentino caluroso. No sólo llegamos con lluvia, sino que además, enero en este país es realmente muy frío. Las temperaturas promedio están entre los 0 y 5 grados, corre un viento que te corta la cara, y anochece a las 5 de la tarde. Hay que sumarle a la escena una exagerada cantidad de cuervos. A donde mires (piso, cables, árboles, alambrados), hay por lo menos una docena de cuervos graznando. El invierno nipón no es precisamente mi descripción más acertada de lo que es la felicidad, pero a su vez, disfruto cuando nieva en casa, así que tiene sus perlitas.

Por suerte, esa impresión tan poco alentadora se limitó a lo climático. Vivimos en un complejo de edificios en el que tenemos vecinos de todo el mundo: indios, indonesios, polacos, chinos, tailandeses, turcos, brasileños, e incluso varias familias argentinas, que en cuanto nos recibieron, nos empezaron a ayudar con toda la adaptación. Esposo (y el resto de esposos) durante el día trabajan, con lo cual la compañía de las chicas en un país tan extraño y lejano, está buenísima. Y después del incidente de los bocaditos de crema, me ayudan mucho en todo lo que es la vida cotidiana. Con esos no fue grave, pero en otros ítems es más complicado si no puedo distinguir la harina de jabón en polvo, o jugos frutales de suavizantes para la ropa!

Los japoneses, por su parte, son muy amables, atentos, y sumamente curiosos. No todos hablan inglés, y mi nivel de japonés es una suerte de pre-básico, pero entre señas, mi poco japonés y el par de palabras que entienden en inglés, nos comunicamos. Les interesa mucho de dónde somos, por qué vinimos, si nos gusta Japón, si estamos disfrutando, y se cansan de recomendarnos cosas para hacer y lugares para visitar. Se maravillan cuando esbozamos un par de oraciones en japonés. Son muy sociables y les intriga conocer sobre nuestra cultura.

Y yo estoy igual de intrigada por aprender sobre la de ellos.
Aichi, nuestra prefectura
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