jueves, 18 de febrero de 2016

Padres organizados, niños estandarizados

Si tuviera que elegir una sola palabra para describir Japón, sería estandarización. Todo está estandarizadísisisisimo. 

La verdad, no se me ocurren situaciones que no estén estandarizadas. Hasta las reacciones para lo impredecible, como los terremotos y otros desastres naturales, están planificadas y ensayadas sobre lo que, para los más preparados, es la mejor manera de actuar. 


No es diferente en las actividades de los chicos. Escuela, deportes, clubes, y hasta la mochila en la que llevan sus libros y cuadernos, que es especial para protegerse la cabeza en caso de terremoto; todo está estipulado para que sea siempre igual.

Por eso, para ir al colegio también tienen una rutina específica. La educación pública acá es muy buena, y por eso la mayoría de los padres manda a sus hijos a escuelas públicas. En esos casos, no se puede "elegir" a cual atender, sino que el municipio les designa la más cercana a su domicilio, y casi siempre son distancias tan cortas que pueden ir caminando. 




Así es que se organiza un servicio de "pool peatonal" en grupos armados: todos los días, a la misma hora, el primer chico de cada grupo, sale caminando de su casa y pasa a buscar al segundo, haciendo a diario el mismo recorrido. Juntos, también siguiendo un camino preestablecido, buscan al tercero, y así sucesivamente. Todos usando una gorra de un color llamativo, en general, amarilla, para ser bien visibles; y los más pequeños levantando un brazo para que los autos los identifiquen a pesar de su corta altura.


Aunque la inseguridad no es un problema en Japón, como empiezan a caminar a la escuela "solos" desde chiquitos, a algunos padres les preocupa que sepan cruzar bien las calles y avenidas. Para eso, se organiza un voluntariado en el que padres y otros familiares se paran en las esquinas más transitadas del trayecto, para monitorear que todo vaya bien. Detienen a los chicos hasta que sea seguro cruzar, y cuando se puede, se paran perpendicularmente al tránsito con los brazos abiertos, por si fuera necesario proteger a los niños.

Mi parte preferida es que en esos horarios de ida-regreso escolar, los voluntarios también "cuidan" de la misma manera al resto de los peatones, no sólo a los niños, y algunos además son muy curiosos con los extranjeros y tratan de charlar con nosotros durante esos minutos que esperamos a cruzar. Ya llevo varias esquinas con lindas historias, no con el más pulido idioma, pero con la mayor voluntad de las dos partes.

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